El 5 de septiembre de 1977 se lanzaron los objetos que más lejos han llegado desde la tierra, las sondas espaciales Voyager 1 y 2. Ambas sondas llevan consigo un disco de oro que contienen imágenes y sonidos que retratan la vida en la tierra: los números, una pareja, un atardecer, el nacimiento, la música, el baile, las leguas, un resumen de imágenes y sonidos definen lo que somos como especie; y son la evidencia de la vida en la tierra a una posible forma de vida extraterrestre inteligente.
En la segunda sección de los audios podemos encontrar saludos en diferentes idiomas y dialectos, de los cuales quiero, particularmente, resaltar el siguiente saludo: “Kay pachamanta niytapas maytapas rimapallasta runa simipi” (Hola a todos desde la tierra, en quechua).
En dicho disco y proyecto podemos apreciar la fantástica capacidad del ser humano, y lejos de ser un debate de en qué idioma debe ser, se compartió todo lo que se pudo; lejos de ser un debate político infructuoso, se optimizo todo lo que se pudo, llegando a donde ningún otro objeto humano ha llegado.
Mucho es el pesar que causa la sociedad en la que vivimos, donde la ignorancia, la intolerancia y otros defectos superan nuestros valores; donde la justicia es relativa a la riqueza y el dinero, y donde eres excluido por pensar diferente y donde indudablemente se necesita una revolución.
Quizás podamos comenzar dicha revolución, contado esta historia a nuestros hijos, demostramos que las personas de diferentes sociedades podemos trabajar en conjunto, y que no es solo una fantasía de un grupo de soñadores que yace a 23077380000 kilómetros de la tierra y alejándose. Y como decía Carl Sagan, cuando la Voyager giró la cámara para tomar una última foto a la tierra:
“Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros. En él… cada santo y pecador en la historia de nuestra especie, vivió ahí — en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol”.